El juramento de los nuevos gobernantes estaba concebido en estos términos: "¿Jura usted defender la patria hasta derramar la última gota de sangre, para conservarla ilesa hasta depositarla en manos del señor don Fernando VII, nuestro soberano, o de su legítimo sucesor; conservar y guardar nuestra religión y leyes; hacer justicia y reconocer al supremo Consejero de Regencia como representante de la majestad Real?".
Según la costumbre, a los Cabildos Abiertos sólo eran convocados los vecinos de "importancia", en esta ocasión las 450 esquelas de invitación decían: "Para el día 18 del corriente, espera a usted el muy ilustre señor Presidente con el ilustre ayuntamiento en la sala real tribunal del Consulado, a tratar de los medios de seguridad pública, discutiéndose allí qué sistema de gobierno debe adoptarse para conservar siempre estos dominios al señor don Fernando VII".
Todos los acuerdos se tomaron por unanimidad, y hasta los nombramientos de los dos últimos vocales de la Junta Provisoria de Gobierno fueron hechos por mayorías abrumadoras, sin que se notasen voces discordantes, especialmente después de los elocuentes discursos de Argomedo y de Infante. Lo que tal vez por entonces no sabían los opositores al nuevo sistema, era que gran parte del éxito se debió a la cuidadosa selección en el reparto de las invitaciones para asistir al Cabildo: de las 450 esquelas enviadas, casi todas lo fueron a criollos de reconocida tendencia libertaria, y sólo 14 llegaron a manos de españoles peninsulares.
Tras la votación el gobierno quedó conformado por Mateo de Toro y Zambrano, presidente; el Obispo de Santiago José Antonio Martínez, como vicepresidente; el consejero de Indias Fernando Márquez de la Plata, primer vocal; Juan Martínez de Rozas, segundo vocal; Ignacio de la Carrera, tercer vocal; como secretarios Gaspar Marín y José Gregorio Argomedo. Luego fueron incorporados Francisco Javier Reina, Juan Enrique Rosales.
El juramento de los nuevos gobernantes estaba concebido en estos términos: "¿Jura usted defender la patria hasta derramar la última gota de sangre, para conservarla ilesa hasta depositarla en manos del señor don Fernando VII, nuestro soberano, o de su legítimo sucesor; conservar y guardar nuestra religión y leyes; hacer justicia y reconocer al supremo Consejero de Regencia como representante de la majestad Real?".
El primer acuerdo del Cabildo santiaguino, tomado exactamente una semana después, fue fijarle un sueldo a la Junta!: "Considerando... que el día 18 del presente... resultó la instalación de una Junta Provisoria de Gobierno, a nombre de nuestro adorado monarca don Fernando VII... ; resultó la pluralidad por que al Sr. Presidente de la Excma. Junta se le asignasen seis mil pesos anuales, tres mil a cada uno de los señores vocales que la componen y dos mil a cada secretario".
Otro acuerdo de igual o superior importancia, tomado por el Cabildo el 9 de noviembre, fue satisfacer la cantidad de mil pesos "para gastos de recepción del Excelentísimo Sr. Presidente, Conde de la Conquista" , quien siempre residió en Santiago.
Bajo la nueva organización numerosos españoles sufrieron ataques personales y en sus bienes. Y comenzaron a circular, en copias manuscritas, Proclamas y Catecismos Políticos como el de Camilo Henríquez, u otros más decidores del hostil ambiente reinante, tal como el "Diálogo entre un español americano ilustrado y un español europeo pata rajada" en el que, innecesario es decirlo, el peninsular recibía la peor parte.
El primer motín armado contra las nuevas autoridades fue encabezado en abril de 1811 por el oficial de Dragones don Tomás de Figueroa, quien pagó con la vida el atentado. Al poco tiempo la Junta exigió a los españoles declararse chilenos o abandonar el país, lo que en la práctica no ocurrió. Pero sí fue requisito para ser oficial del incipiente ejército, haber nacido patricio, es decir, criollo. No sucedía lo mismo en el bando contrario, pues la casi totalidad de los oficiales y todos los soldados del ejército de Pareja eran chilenos, especialmente de las provincias sureñas, que por tradición familiar o por adhesión caballerosa a la persona del rey, creían que la patria era una e indivisible con la corona española.
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El cabildo también se ocupó del modo de repartir las contribuciones de guerra, y consideró que sólo debían pagar los " anti-patriotas . Pero la Junta la sacó de su error: "Contéstese al Ilustre Cabildo que deben incluirse en la contribución... no sólo los declarados anti-patriotas, sino también los indiferentes, y aún aquellos patriotas que ni con sus personas ni con sus intereses, a proporción de lo que podían, han ayudado a la defensa de su patria en los apuros que ha estado y se mantiene".(1813)
El precio del azúcar, del pan y de otros productos comenzó a sufrir embates, ya fuera por escasez de las materias primas, o por especulación, y el Cabildo debió preocuparse de estos desconocidos fenómenos: "Se leyó un oficio del Superior Gobierno, en que se mandaba que se nombrase por el Cabildo un regidor para que asistiese al experimento que debía hacerse para ver lo que rendía de pan una fanega de harina, y de esta suerte, arreglar el número y peso de piezas (de pan) que deben dar los panaderos por medio real. Y teniendo en consideración este Cuerpo los conocimientos que sobre este particular tiene el regidor don José Antonio Valdés, se acordó fuese él que asistiera al citado experimento" . (1812)
Durante varias sesiones del año siguiente se continuó debatiendo éste y otros problemas del mismo género: "Se discutió largamente la materia, sosteniéndose por una parte, la conveniencia de los aranceles en este ramo de abastos, y por otra, la ineficacia de estos medios, contrarios a la libertad y propiedad de los abastecedores y consumidores. Se tuvo presente que sólo la concurrencia numerosa de los primeros puede proporcionar un abastecimiento comodísimo a los segundos, por medio de la competencia que en el estado de absoluta libertad se debe formar entre los panaderos, tirando cada cual a hacerse del mejor despacho (y clientela) por la abundancia y buena calidad de su pan. Por tanto, y siendo ésta una materia de tanta consideración y trascendencia a los intereses públicos, se acordó suspender la resolución de este negocio hasta examinarlo con la mayor reflexión y escrupulosidad' . (1813)
Otro tema que pareciera anecdótico, pero que fue causa de preocupación, es la contaminación atmosférica a lo cual documentos señalan: "Observando el Cabildo que toda la atmósfera al rededor de la ciudad estaba cargada de un humo espeso y caliente, que causaba notable variación en el temperamento... se comisionó al señor regidor don Antonio Hermida, para que con el cabo de alguaciles y cuatro ministros averiguase y diese parte del resultado". (1813)
En junio de 1814, poco después de la corta tregua de Lircay, y creyendo que ya se había alcanzado la victoria definitiva, el Cabildo dispuso tres noches de fiestas, música e iluminaciones, en celebridad de la paz.
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