Recomiendan hacer una transición paulatina debido a que estará más oscuro a la hora de levantarse y más claro en las tardes
Este sábado se deberá cambiar la hora y regresar al horario de verano. Y es cuando resurgen las discusiones acerca de los pros y contras de esta medida, que debutó en Chile en 1968.
En esta ocasión, cuando sean las 24 horas de este 2 de septiembre hay que adelantar una hora los relojes, salvo en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena, donde no habrá cambio, quedando inmediatamente la 01:00 de la mañana del día 3 de septiembre.
Algunos expertos indican que lo óptimo sería mantener durante todo el año el horario de invierno, para no exponer al organismo a cambios que pueden implicar ansiedad, irritabilidad e incluso baja productividad.
Agregan que tiene que ver con los efectos que esta obligación afecta sobre el denominado ritmo circadiano (del latin “circa diem”, o “cercano a un día”), que son cambios físicos, mentales y conductuales que siguen un ciclo de 24 horas. Estos procesos naturales responden, principalmente, a la luz y la oscuridad, y afectan a la mayoría de seres vivos.
La alteración en la secuencia o el orden de los ritmos circadianos, explican, tiene un efecto negativo a corto plazo, como en el “jetlag”, que es el desequilibrio que se produce al viajar largas distancias a través de varias regiones horarias, o bien si la hora cambia en verano e invierno, como nos pasa en Chile.
Indican que a mediano plazo pueden presentarse desórdenes neurológicos como los trastornos del sueño y también otros de carácter psiquiátrico, como el trastorno afectivo estacional y el trastorno bipolar.
Por lo que se recomienda hacer una adaptación paulatina a este nuevo horario cambiando los hábitos de a poco, en especial en los menores de edad. Este cambio genera mayor presencia de luz en las tardes, pero menos luz al levantarse por las mañanas.